"Quizás porque no soy un buen poeta puedo pedirte que te quedes quieta hasta que yo termine estas palabras" - Sui Generis

viernes, 10 de diciembre de 2010

El Libro de los Abrazos - Eduardo Galeano

Los sueños del fin del exilio/3 
Se le habian roto los cristales de los anteojos y se le habian perdido las llaves. Ella buscaba las llaves por toda la ciudad, a tientas, en cuatro patas, y cuando por fin las encontraba, las llaves le decian que no servian para abrir sus puertas.


Nombres/1
A la casa de los nombres acudían, queriendo llamarse, las personas y los bichos y las cosas. Los nombres tintineaban, ofreciéndose: prometían buenos sones y ecos largos. La casa estaba siempre llena de personas y bichos y cosas probándose nombres. Helena soñó con la casa de los nombres y allí descubrió a la perrita Pepa Lumpen, que andaba en busca de un nombre más presentable.


El país de los sueños
Era un inmenso campamento al aire libre.
De las galeras de los magos brotaban lechugas cantoras y ajíes luminosos, y por todas partes había gente ofreciendo sueños en canje. Había quien quería cambiar un sueño de viajes por un sueño de amores, y había quien ofrecía un sueño para reír en trueque por un sueño para llorar un llanto bien gustoso.
Un señor andaba por ahí buscando los pedacitos de su sueño, desbaratado por culpa de alguien que se lo había llevado por delante: el señor iba recogiendo los pedacitos y los pegaba y con ellos hacía un estandarte de colores. 

El aguatero de los sueños llevaba agua a quienes sentían sed mientras 
dormían. Llevaba agua a la espalda, en una vasija, y la brindaba en altas copas.
Sobre una torre había una mujer, de túnica blanca, peinándose la cabellera, que le llegaba a los pies. El peine desprendía sueños, con todos sus personajes: los sueños salían del pelo y se iban al aire.


Para mí, el regalo más lindo que uno le puede dar a un amigo es el conocimiento. Recomendarle a un amigo un disco, un libro, arte o cualquier cosa es invitarlo a ser parte de lo que a uno le gusta, es querer compartir el disfrute con el otro. 
Me gustan mucho estos cuentos, especialmente por dos motivos. El primero es que me los recomendó un amigo al que aprecio mucho, Juan. El segundo es que estos cuentos tienen moralejas y enseñanzas y que, aunque pueden parecer perogrulladas, es necesario recordarlas de vez en cuando.

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